viernes, 10 de julio de 2009

Democracia y Amor al prójimo


La gran contribución de la Iglesia católica en materia de política consiste en que la fe cristiana le da un sentido, una serie de referencias y una esperanza a esta actividad de la que el papa Pío XI se refería como «el campo de la más vasta caridad, la caridad política».


a) En cuanto al sentido de la política, la fe en Cristo orienta toda la existencia hacia una comunidad, hacia una comunión, hacia el entendimiento que proviene de saberse y saber a todos los hombres hijos del mismo Padre.

b) En cuanto a las referencias, la fe cristiana y la doctrina de la Iglesia las posee muy claras: el primado de la dignidad de la persona humana, la opción preferencial por los pobres, el poder concebido como un servicio, el respeto a los adversarios, la apertura a toda la experiencia humana y el considerar que los bienes no tienen un destino personal, egoísta, individualizado, sino un destino universal.

c) Finalmente, en cuanto la esperanza, la fe cristiana —fincada en la resurrección de Jesús—le da un carácter divino a todas las acciones que emprendemos para hacer más humano al mundo. Es una certeza fundada en Dios de que nada se perderá de aquello que hagamos por amor, ni siquiera la ofrenda de un simple vaso de agua fresca dado al peregrino sediento que toca a nuestro hogar.

Si bien es cierto que la Iglesia jamás ha santificado a la democracia, reconoce en este régimen político un servicio a la perfección de la persona y un camino para generar las condiciones del bien común, pues, idealmente, la democracia está fundada en el equilibrio de los tres poderes y arraigada en la soberanía popular de ciudadanos iguales en derechos y todos regidos por la ley, sin excepciones, en particular aquellos —como los diputados—encargados de hacer la ley.

Juan Pablo II expresó en alguna ocasión una frase decisiva para los católicos: la democracia no es, solamente, un sistema político, «es la fórmula que responde mejor a la naturaleza racional y social del hombre y, en definitiva, a las exigencias de la justicia social». Lo recuerdo no sólo por el placer de evocar al Grande Juan Pablo ll, sino por si por ahí quedaba algún católico nostálgico de alguna forma de dictadura… Y es que la democracia —para ser activa y realmente humanizadora— necesita ciudadanos conscientes de sus derechos pero, también, absolutamente conscientes de sus deberes.

Hay que recalcar que la democracia es un constante aprendizaje que comienza en la vida familiar, se desarrolla en la escuela, se aprende a vivir con pasión en la juventud y se explaya con la participación de los adultos en la solución de los problemas de la ciudad, del Estado y del país. No es un saber «que cae del cielo», sino una disposición para estar siempre atentos a los demás. Si bien no es una definición de la democracia que provenga de la Biblia, podemos decir que en ella y sólo en ella es posible el mandamiento del amor, el mandamiento nuevo con que Cristo resumió su doctrina y la de su Iglesia: el amor al prójimo.


fuente: periodismocatolico.com

miércoles, 8 de julio de 2009

La Independencia Argentina


Nos encontramos en las vísperas de la celebrar el día más grande de nuestra historia, el día en que un grupo de patriotas sin más fuerzas que el sentimiento de la justicia y el deseo de libertad que agitaba sus espíritus, proclamaron la Independencia de nuestra patria... aquel 9 de julio de 1816...
Recordamos la grande, magnífica y excelsa victoria de esa larga y cruenta lucha de sus hijos más preclaros: sacerdotes ,militares y civiles que, fundiéndose en un solo pensamiento señalaron derroteros desafiando mil peligros.
Es el momento en que el reloj de nuestra historia marca la hora solemne, mientras el corazón de la República palpita ardiente en San Miguel de Tucumán.
La conmoción popular del 25 de mayo que enaltece el grito de libertad, fue coronada con luchas victoriosas, con sacrificios denodados, con aportes heroicos y con una grande y soñada finalidad: alcanzar la Independencia para la patria, como estímulo constante para las generaciones que se sucederían.
Allá en el norte, en esa casa de paredes y columnas amarillas de ese Tucumán, jardín de la República como se lo llamara, se encuentran los congresales que asumirán la responsabilidad civil de proclamar al mundo que una nueva y gloriosa Nación se incorpora por voluntad inquebrantable de sus hijos, al concierto de los pueblos libres de la tierra.
Allí la Patria nació de un acto de fe, de un acto de afirmación, de la decidida voluntad de aquel grupo de hombres: Saavedra, Larrea, Castelli, Belgrano, Moreno, Paso, Santa María de Oro y de muchos otros que le dieron vida perdurable por la fuerza de sus más hondas y claras percepciones.
El 9 de julio de 1816, el cielo argentino se estremeció al oir los veintiún cañonazos que anunciaban la reunión del Congreso. Veintiún cañonazos que fueron capaces de llegar al sol y bajarlo para depositarlo en nuestra bandera
La fibra de nuestros antecesores no se ha perdido. Esa antorcha de libertad e independencia sigue encendida hoy en nuestros corazones que al latir repiten : Aquí está la Argentina, nación tan soberana, que nunca, ni mañana ni en siglos venideros olvidará el esfuerzo de almas luchadoras y hombres de fe. ¡Feliz día de la Independencia!

Se necesitan gestos de grandeza para lograr una sociedad inclusiva

En vísperas del 9 de Julio, fecha de un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia, el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, destacó que “celebrar es un signo de vida y de salud espiritual para una comunidad, porque es un momento de reflexión sobre el camino recorrido, pero también un renovar los compromisos que estamos llamados a asumir”.

Tras advertir que “no debemos quedarnos sólo en el cotillón del festejo exterior”, subrayó que “toda comunidad necesita espacios de celebración para expresar su gratitud, acrecentar los lazos de comunión y contemplar juntos el futuro como una tarea que nos compromete a todos”.

“La gratitud mira a nuestra historia, a los que nos precedieron, los lazos de comunión son un imperativo moral de solidaridad en el presente, y la esperanza nos habla de una responsabilidad creativa frente al futuro”, aseguró.

Ante la emergencia sanitaria provocada por la gripe A, el prelado pidió “extremar los cuidados y asumir las responsabilidades de una situación que, tal vez tardíamente, registraron su gravedad las autoridades nacionales”, y expresó su deseo de que “con el esfuerzo de todos podamos superar esta emergencia”.

“Venimos de participar, en el marco y en el ejercicio de la Constitución, del reciente proceso eleccionario, que tiene por finalidad ir recreando periódicamente las instancias y referencias políticas, que deben mantener y orientar el ‘bien común’ de la sociedad, que es ‘aquel conjunto de condiciones de vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección’”, recordó.

El arzobispo sostuvo que “es en el ámbito de este ‘bien común’ donde nos encontramos y nos definimos ‘gobernantes y gobernados’, y es en su horizonte de valores, de respeto y libertad, donde adquieren su lugar las diversas ideas y proyectos que, en el noble y necesario ejercicio de la política, se debe ir desarrollando y perfeccionando la calidad de vida de la comunidad”.

“A esa riqueza del pasado que nos ilumina en el presente y nos abre hacia el futuro, la llamaría ‘la sabia y fecunda dinámica de la historia’, porque nos preserva de caer en fundamentalismos nostálgicos como en utopías sin raíces. El peso de la historia con sus valores y opciones morales no es un freno a la creatividad, sino la garantía de un crecimiento cultural y elevación de la condición humana en la línea de la verdad, del bien y la belleza. Una actitud de ruptura con lo anterior no siempre es signo de un crecimiento auténtico, ni de algo nuevo para el hombre y la sociedad, sino más bien una novedad que al no tener raíces tampoco tiene futuro. Recordar, asumir y purificar el pasado es la base de una comunidad madura y garantía de una libertad creadora”, reflexionó.

Por último, monseñor Arancedo llamó a pedirle al Señor que “nos acompañe para dar lo mejor de cada uno de nosotros, en bien de nuestra Patria, en este 9 de Julio que vamos a celebrar. Ella reclama de sus hijos gestos de grandeza moral, que nos permitan ser ‘protagonistas creativos’ de su futuro. Queremos sentirnos, Señor, constructores del bien de nuestra ciudad y de nuestro país, para crear las condiciones de una sociedad más justa, solidaria e inclusiva, donde todo hombre encuentre en ellos el respeto por su dignidad y la posibilidad de su desarrollo integral”


Programa especial de radio
Mañana, de 7 a 12, la Cadena Mariana de la Fe, que integran emisoras de AM y FM católicas y no confesionales del país, transmitirá un programa especial titulado “¡Oíd Mortales…! Dios y la patria”.
Informes: www.cadenamarianadelafe.com.ar o http://www.fmprovidencia.com.ar/

fuente: aica.org

Ser cristianos laicos es una vocación