viernes, 15 de julio de 2011

Buscar la verdad

El profesor universitario no sólo tiene como misión investigar la verdad y suscitar perenne asombro ante ella, sino también promover su conocimiento en todos los aspectos y defenderla de interpretaciones reductivas y desviadas. Poner en el centro el tema de la verdad no es un acto meramente especulativo, restringido a un pequeño círculo de pensadores; al contrario, es una cuestión vital para dar profunda identidad a la vida personal y suscitar la responsabilidad en las relaciones sociales (cf. Ef 4, 25). De hecho, si no se plantea el interrogante sobre la verdad y no se admite que cada persona tiene la posibilidad concreta de alcanzarla, la vida acaba por reducirse a un abanico de hipótesis sin referencias ciertas.

Como decía el famoso humanista Erasmo: "Las opiniones son fuente de felicidad barata. Aprender la verdadera esencia de las cosas, aunque se trate de cosas de mínima importancia, cuesta gran esfuerzo" (Elogio de la locura XL, VII). Este es el esfuerzo que la Universidad debe tratar de realizar; se lleva a cabo mediante el estudio y la investigación, con espíritu de paciente perseverancia. En cualquier caso, este esfuerzo permite entrar progresivamente en el núcleo de las cuestiones y suscita la pasión por la verdad y la alegría por haberla encontrado.

Siguen siendo muy actuales las palabras del santo obispo Anselmo de Aosta: "Que yo te busque deseando; que te desee buscando; que te encuentre amando; y que te ame encontrándote" (Proslogion, 1). Ojalá que el espacio del silencio y de la contemplación, que son el escenario indispensable donde se sitúan los interrogantes que la mente suscita, encuentre entre estas paredes personas atentas que sepan valorar su importancia, su eficacia y sus consecuencias tanto para la vida personal como para la social.

Dios es la verdad última a la que toda razón tiende naturalmente, impulsada por el deseo de recorrer a fondo el camino que se le ha asignado. Dios no es una palabra vacía ni una hipótesis abstracta; al contrario, es el fundamento sobre el que se ha de construir la propia vida. Vivir en el mundo "veluti si Deus daretur" conlleva la aceptación de la responsabilidad que impulsa a investigar todos los caminos con tal de acercarse lo más posible a él, que es el fin hacia el cual tiende todo (cf. 1 Co 15, 24).

El creyente sabe que este Dios tiene un rostro y que, una vez para siempre, en Jesucristo se hizo cercano a cada hombre. Lo recordó con agudeza el concilio Vaticano II: "El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado" (Gaudium et spes, 22). Conocerlo a él es conocer la verdad plena, gracias a la cual se encuentra la libertad: "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8, 32

S.S. Benedicto XVI sobre la verdad. En la Pontificia Lateranense, 21 de octubre, 2006. (corazones.org)