martes, 31 de marzo de 2009

Amós, el profeta de la solidaridad y la justicia

Para poder escuchar la voz de Dios, primero hay que ver bien, como decía el Papa Juan XXIII, descubrir los signos de los tiempos, a través de los cuales el Señor nos habla, nos muestra.
Y Amós es un gran ejemplo, de cómo se debe abrir la puerta a la realidad aunque sea dura… haciendo como el, que abrió el corazón al Dios Vivo que le hablaba en la vida cotidiana, he hizo su voluntad...
Más en la actualidad, donde una de las fallas más evidentes es intentar separar a Dios de todos los sucesos concretos de la vida, haciendo que "socialmente" nos vayamos enfermando espiritualmente... siendo la enfermedad espiritual la más grave de todos los tiempos...
Por eso, me parece más que oportuno recordar a este gran hombre de Dios en su festividad -31 de marzo-, un hombre que supo levantar la voz de manera valiente, con un estilo sencillo y tan rudo como cabe esperar de un pastor que pasaba su vida entre los animales que cuidan en soledad, condenando la vida corrompida de las ciudades, las desigualdades sociales, la injusticia y la falsa seguridad depositada por sus contemporáneos, criticando las idolatrías, la violencia, las injusticias, y la corrupción en la que estaba sumido el rebaño elegido.

El Profeta...

Amós vivió en lo tiempos que la nación de Israel parecía ser rica y próspera (750 A.C.), con sus ciudades, sus casas lujosas, templos suntuosos, campos cultivados y su gran comercio, pero todo este progreso era en apariencia, ya la realidad era otra, muy distinta: casi toda la tierra y riqueza se concentraba en unos pocos latifundistas, mientas las masas populares vivían distorsionadas y en la miseria.

Su profesión fue la de tratante de ganado. Pero también fue un hombre culto, conocedor del mundo en que se movía y de la historia de los pueblos vecinos. Con Amós empieza la "edad de oro" del profetismo bíblico. Antes que él, muchos otros profetas habían intervenido activamente en la vida política y religiosa de Israel. Pero ninguno de ellos había escrito nada, y la tradición sólo había conservado el recuerdo de sus acciones y ocasionalmente algunas de sus palabras. A partir de Amós, en cambio, lo que importa en primer lugar es la "palabra" del profeta, y ese mensaje –recogido y recopilado por sus discípulos– ha llegado hasta nosotros en forma escrita. Así se inicia la era de los llamados "profetas escritores".
Amós conocía los hechos más relevantes de la historia de su pueblo y estaba perfectamente al tanto de todo lo que ocurría en el reino de Israel. Poseía información sobre los acontecimientos de su época y no era indifente ante las necesidades de su prójimo. Lo que más impresionaba en su estilo era la sobriedad. Pocas palabras le bastaban para lanzar un oráculo incisivo, violento y lleno de imágenes sugestivas. Tampoco faltaban en su lenguaje las sutilezas del estilo sapiencial (3. 3-8; 6. 12) y ciertos toques de punzante ironía (4. 4-5).

Amós, quien al descubrir la voz de Dios, en vez de quedarse callado como los demás, comenzó a salir a los otros poblados para hablar con la gente, a sacar el mensaje del Señor, les decía lo que Dios no quería de ellos. En una época que el ansia desenfrenada de lujo se había apoderado de las clases más pudientes, que se construían suntuosas mansiones y vivían en la opulencia, pero cuya prosperidad económica beneficiaba únicamente a un sector privilegiado, mientras unos pocos se enriquecían, la gran masa del pueblo estaba más oprimida que nunca.

Por ejemplo leemos en Amós 5 y 7: Así dice Dios el Señor a los israelitas: hay de ustedes que transforman las leyes en algo tan amargo como el ajenjo, y tiran por el suelo la justicia, ustedes odian a los que defiende lo justo en el tribunal y aborrecen al que dice la verdad, pues bien ya que ustedes han pisoteado al pobre exigiéndole una parte de su cosecha no podrán vivir en esas casas de piedras que han construido, ni beberán el vino de los viñedos que han plantado. Pues yo sé que son muchos sus crímenes y enorme sus pecados, opresores de la gente buena, que exigen dinero anticipado y hacen perder su juicio al pobre en los tribunales, por eso el hombre prudente tiene que callarse, pues estamos pasando días infelices.

Y les decía lo que Dios si quería de ellos: Amós 5, 14-15: Así dice el Señor, busquen el bien y no el mal, si quieren vivir, así será verdad lo ustedes dicen, que el Señor, el Dios Todopoderoso esta con ustedes, aborrezcan el mal, amen el bien, impongan la justicia en sus tribunales, quizás entonces el Señor, el Dios Todopoderoso, tendrá piedad de los sobrevivientes de Israel.
Dentro de este marco social, resuena la palabra de Amós, "el profeta de la justicia". Toda su predicación fue una violenta denuncia de la manera en cómo el reino de Israel interpretaba su condición de Pueblo "elegido".
Para Israel, la elección divina era un privilegio y una garantía absoluta de seguridad, cualquiera fuera su comportamiento moral, social y religioso. Para Amós, en cambio, esa elección era una gracia que implicaba la responsabilidad de revelar a los pueblos el rostro del verdadero Dios, por medio de una convivencia fraternal, basada en el derecho y la justicia. Al ver el sufrimiento y la opresión de los débiles, el lujo y la indiferencia de los ricos, él se convirtió en el testigo insobornable de la Justicia del Señor, "que resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" (Sant. 4. 6).
El amor a los pobres y la primacía de la justicia encontraron amplio eco en el resto de la Biblia, sobre todo, en el mensaje evangélico (Mt. 5. 3, 23-24; Lc. 4. 18; 6. 20; Sant. 2. 5-7).
Fuente: radiomaria.org/catholic.net

jueves, 12 de marzo de 2009

Caridad y Justicia en el pensamiento de Juan XXIII

Cuando se es “luz en el Señor” y cuando se camina como “hijos de la luz”, se satisfacen mejor las exigencias fundamentales de la justicia aun en las zonas más complejas y difíciles del orden temporal, en aquellas en las que no raramente esparcen y difunden densas nieblas los egoísmos individuales, de grupo y de raza.

Cuando se está animado por la caridad del Señor se siente unido a los otros y se sienten como propias las necesidades, los sufrimientos, las alegrías de los demás, y en consecuencia, el obrar de cada cual, sea cual sea el objeto y el ámbito en que se concreta, no puede por menos de resultar más desinteresado, más vigoroso, más humano, puesto que la caridad "patines est, benigna est… non quaerit quae sua sunt… non gaudet super iniquitate, congaudet autem veritati…omnia sperat, omnia sustinet" (es paciente, es benigna… no busca lo suyo… no se alegra por la injusticia, sino que se congratula con la verdad… todo lo espera, todo lo soporta) (1 Cor. 13, 4-7)

La época que vivimos parece toda ella inclinada a la búsqueda y al triunfo de la justicia social. Y esta justicia, mientras es y permanece puro el Evangelio, merece todo nuestro respeto y colaboración hasta el punto de imponerse a la conciencia de cada uno.

Pero la justicia, confiada como está al libre arbitrio y a las pasiones humanas, muchas veces encuentra obstáculos para resolver todos los problemas de la convivencia social.

El gran precepto y la gran tentación se presentan a todos: no robar, no estafar el salario de los obreros, no oprimir a los pobres, no abrigar ansias desmesuradas de riquezas perecederas.

En las relaciones de orden político y económico, no digo que no existan ya personas honestas y respetuosas del bien ajeno, pero de hecho, una de las más grandes tentaciones de la vida a la que ceden muchos hombres más o menos notoriamente es ésta: codiciar y robar.

Todo puede convertirse en un hurto justificado con las más diversas palabras.
Todo es deseo, placer y, a veces, violencia atroz; de la astucia refinada y del engaño más sutil del aliena apetece (ambicionar lo ajeno) del principio, se llega a la abominación que se transforma en exterminio de ciudades, naciones y pueblos.

Es necesario esforzarse por adecuar la propia situación a la creciente necesidad de una más profunda justicia y equidad.

Ésta es una clara enseñanza de la doctrina cristiana; pero al mismo tiempo hay que tener presente que sólo la fe y el amor de Dios pueden calmar las abundantes angustias, con las de orden económico, e infundir la energía para continuar en la paciente fatiga de cada día.

En esta época, ante las miserias que afligen el mundo, muchos se descorazonan, o renuncian y se sienten tentados de renunciar al esfuerzo, o al menos de aflojarlo, algo así como el Profeta Jonás, que senado tristemente a la sombra de un arbusto, esperaba la muerte...
Sólo la fortaleza del Espíritu Santo puede sostener a los cristianos en la lucha por el bien y hacerles superar felizmente las contradicciones y las dificultades!


Juan XIII. Su pensamiento espiritual. Selección y Traducción de José Luis González-Balado. Editorial Planeta.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Vida y Obra de Alberto Marvelli

En esta oportunidad, les comparto el testimonio de este gran laico salesiano y político italiano. Me interesó mucho su historia por su apostolado activo y fervoroso en el ámbito social, pero por sobre todas las cosas, por su compromiso evangélico en ayudar, servir, y luchar contra las injusticias que veía en su país. Sin dudas, un ejemplo a seguir!


Nace en Ferrara, Italia, el 21 de marzo de 1918. Es el segundo de seis hermanos. Crece en una familia cristiana, en la que a la vida de piedad se unen actividades caritativas, catequísticas y sociales.

Participa en el Oratorio salesiano y en la Acción Católica, donde madura su fe con una opción decisiva: “mi programa de vida se resume en una palabra: santidad”.


Alberto reza con recogimiento, enseña la catequesis con convicción, demuestra celo apostólico, caridad y serenidad.

Posee un carácter fuerte, decidido, voluntarioso y generoso y un fuerte sentido de la justicia, por ello influye moralmente entre sus compañeros.

Es deportista y dinámico; ama el tenis, el fútbol, la natación, las excursiones en la montaña, pero su gran pasión será la bicicleta, en la que descubre un medio privilegiado para su apostolado y su acción caritativa.

Madura su formación cultural y espiritual en la Federación Universitaria Católica Italiana (F.U.C.I.), eligiendo como modelo de vida juvenil a Pier Giorgio Frassati.


Una vez finalizados sus estudios universitarios en ingeniería mecánica el 30 de junio de 1941, Alberto debe enrolarse como militar, puesto que Italia está en guerra, una guerra que él condena con lucidez y firmeza: “descienda pronto la paz con justicia para todos los pueblos, la guerra desaparezca para siempre de la faz de la tierra”.


Dado de baja en el ejercito por tener tres hermanos en el frente, trabaja durante un breve período en la FIAT de Turín. Tras los trágicos acontecimientos del 25 de julio que lleva a la caída del fascismo y la ocupación alemana del territorio italiano el 8 de septiembre de 1943, Alberto vuelve a su casa de Rímini.

Sabe cuál es su misión: transformarse en obrero de la caridad. Después de cada bombardeo Alberto es la primera persona en ayudar a los heridos, a dar valor a los sobrevivientes y a asistir a los moribundos, a sacar de las ruinas a los sepultados vivos. A su alrededor hay no sólo ruinas sino también tanta hambre.

Alberto distribuye a los pobres colchones, frazadas, ollas y todo lo que logra recoger. Va donde los campesinos y comerciantes, compra alimentos y después, en su bicicleta cargada de provisiones, sale en busca de los que tienen hambre.

Muchas veces regresa a su casa sin zapatos e incluso sin bicicleta: había dado a quien tenía más necesidad que él.

Durante el período de la ocupación alemana Alberto logra salvar a muchos jóvenes de la deportación. Con una acción heroica consigue abrir los vagones del tren que partía desde la estación de San Arcángel y libera a hombres y mujeres que iban destinados a los campos de concentración. Después de la liberación de la ciudad el 23 de septiembre de 1945, al constituirse la primera junta del Comité de liberación, entre los asesores figura Alberto Marvelli, a pesar de no estar inscripto en ningún partido político ni pertenecer a los “partegiani”. Todos han reconocido y valorado el gran trabajo realizado por él a favor de los sin techo.
Tiene 26 años, es joven, pero afronta concretamente los problemas, con aptitud y competencia. Posee coraje en las situaciones más difíciles y una disponibilidad sin límites. Le confían el cargo más arduo: ocuparse de poner orden en la concesión de viviendas en la ciudad. Después le encargan el área de la reconstrucción, como colaborador del Ente de Ingenieros Civiles. Alberto escribe en un pequeño bloc: “servir es mejor que hacerse servir. Jesús sirve”. Es con este espíritu de servicio que Alberto asume siempre sus obligaciones cívicas.

Cuando en Rímini vuelven a surgir los partidos políticos, se inscribe en la Democracia Cristiana. Vive su compromiso político como un servicio a la sociedad organizada: la actividad política podía y debía transformarse en la expresión más alta de la fe vivida.

En 1945 el Obispo lo llama a dirigir a los Profesionales Católicos. Su compromiso se sintetizó en dos palabras: cultura y caridad. Convencido de que “no es necesario llevar la cultura sólo a los intelectuales sino a todo el pueblo”, funda una Universidad popular. Abre un comedor para pobres. Los invita a misa y reza con ellos; después, en la mesa sirve la comida y escucha sus necesidades. Su actividad a favor de todos no conoce descanso.

Como cofundador de la A.C.L.I. (Asociación Católica de Trabajadores Italianos), forma una cooperativa para los que se dedican a la construcción; es la primera cooperativa “blanca” en la “roja” región italiana de la Romaña. La intimidad con Jesús Eucarístico lo lleva a no encerrarse en sí mismo, a no desatender su compromiso con la historia. Por el contrario, cuando se da cuenta de que el mundo que lo circunda está bajo el signo de la injusticia y del pecado, la Eucaristía le da fuerzas para realizar su trabajo de redención y liberación, capaz de humanizar la faz de la tierra.

Al anochecer del 5 de octubre de 1946, mientras se dirige en bicicleta a un comicio electoral, siendo uno de los candidatos para la elección de la primera administración comunal, un camión militar lo atropella y le provoca la muerte. Tenía 28 años. Toda Italia lloró su muerte.

En la historia del apostolado de los laicos, la figura de Alberto Marvelli se presenta como la de un precursor del Concilio Vaticano II en lo que se refiere a la animación y el compromiso apostólico de los laicos en la transformación cristiana de la sociedad. El siervo de Dios Jorge La Pira escribió sobre él: “La Iglesia de Rímini podrá decir a las próximas generaciones: yo os muestro cómo es la vida cristiana auténtica”*
Espero y le pido a Dios que, así como Alberto Marvelli, surgan muchos hombres y mujeres con esos mismos ideales y valores, que se animen a ocupar roles activos en la sociedad, comprometidos para trabajar por el bienestar general.


sábado, 7 de marzo de 2009

Sueño con una patria...




Pidamos al Señor de la Misericordia por Nuestra PATRIA
Para que cese la violencia
Para que podamos volver a soñar
CON EL PAÍS QUE TODOS NOS MERECEMOS…
Oremos por este sueño
A Ti, Señor de la Misericordia, oramos:

TE PEDIMOS POR NUESTRA PATRIA
Te pedimos tu Paz...
Te pedimos que Tu Luz ilumine nuestros corazones
Y de quienes nos gobiernan
Para volver a a soñar
con la Patria Grande de nuestros mayores.

Soñamos que Tú, Jesús, reines en los corazones
para llenarlos de amor y misericordia.
Por los tantos y tantos necesitados,
Por los que tienen hambre,
Por los que lloran,
Por los que tienen sed de justicia,
Por los desesperados,
Por los que perdieron la esperanza…
Para que vuelvan a ponerse de pie.
Te pedimos Señor por Tu misericordia,
Para ser todos más solidarios.
Soñamos con nuestra Patria protegida
bajo el manto de Tu Madre, la Virgen María.
Soñamos con la paz en nuestras calles,
Soñamos con nuestros niños sin hambre,
Soñamos a los hombres con las manos llenas de trabajo
y no con las manos vacías y sin destino.
Soñamos con nuestras madres cantando a los niños en las plazas,
Soñamos con nuestros abuelos viviendo en la paz el otoño de sus vidas,
Soñamos con nuestra juventud lejos de la violencia, la droga y el alochol,
Soñamos con nuestra juventud llena de sueños...
Cantando un canto de esperanza
Te pedimos Padre por la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo Nuestro Señor Jesucristo
inclines tus oídos para escuchar nuestros ruegos,



ENTONCES…
Entonces Sí, Padre, podremos volver a soñar...
Y cantaremos eternamente Tu Misericordia
Y podremos gritar al mundo entero
llenos de esperanza y alegría...
Alabado seas Jesucristo,
por tu infinita misericordia…
AMÉN… AMÉN... AMÉN.

domingo, 1 de marzo de 2009

Los gobernantes y el auxilio de lo Alto

Para que haya orden, se respeten los derechos individuales y todos los ciudadanos cumplan sus deberes, surge como algo indispensable la autoridad, representada por los hombres probos y sacrificados>>> Son los gobernantes, quienes asumen una gravísima responsabilidad ante la patria.

Los gobernantes deben procurar permanentemente el bien y la felicidad de los ciudadanos, respetando los derechos y libertades de todos; deben evitar los males y los peligros contrarios al bien común: distensiones, subversiones, guerras internas y externas, entidades y asociaciones antisociales, espectáculos inmorales y todo lo que ofende a la fe, a los héroes, a los símbolos y a la dignidad de la patria; deben dictar leyes, hacerlas cumplir con equidad y ejercer la justicia sin parcialidades; deben mantener el orden público, eligiendo para los diversos cargos a ciudadanos honestos, prudentes y capaces, deben recordar siempre que han sido elegidos para servir y no para ser servidos, ni para valerse de los ciudadanos o de los bienes de la comunidad para su personal provecho, placer o capricho; deben, finalmente, buscar la grandeza y prosperidad de la patria, no la propia gloria y el aplauso.
Si los gobernantes -dice la Sagrada Escritura- no cumplen con su deber, Dios los someterá a un juicio riguroso.

Un buen caso a citar es Marco Porcio Catón (243-148 a. de J.C.), ilustre y célebre romano, quien fue un ejemplo de austeridad, sencillez y honradez. Acrecentó las rentas del Estado, refrenó el lujo y expulsó del Senado a sus miembros corrompidos. La envidia de algunos y la integridad d otros impidió que tuviera una estatua en el Capitolio. Sin embargo, la posteridad lo honra por su virtud, y la verdad… que bien haría a nuestra Patria un hombre con esas cualidades…!

Pero también es cierto, que los gobernantes deben recurrir al auxilio de lo alto, porque “Si el Señor no construye su casa, en vano se cansan los que la edifican”… y así lo comprendieron nuestros héroes máximos, San Martín y Belgrano, que mientras de día de ocupaban en preparar el ejército, de noche rezaban el Rosario con la tropa.

Y ello, porque mal que les pese a algunos, toda autoridad viene de Dios, como el mismo Jesucristo dice a Pilato: “No tendrías autoridad si no te hubiese sido dada de lo alto” (Jn 19,11;), y debemos obediencia a la autoridad, como enseña San Pablo a Tito: “Exhórtales que vivan sumisos a los magistrados y a las autoridades, que les obedezcan y estén prontos para toda obra buena“ (Tito 3,1).

Además dice la Sagrada Escritura: “…Por mí reinan los reyes y los soberanos decretan la justicia; por mí gobiernan los príncipes y los nobles juzgan la tierra…” (Proverbios 8, 15-16)

Con esto podría concluir la nota diciendo que los gobernantes, además de aspirar a la perfección del actuar humano, deberían, inexorablemente, tener plena conciencia que el poder que ostentan está bajo la continua mirada de Dios, y de todo no sólo deberán rendirnos cuentas a nosotros, los ciudadanos, sino que también ante El Señor... sobre todo por las injusticias que voluntariamente han ocasionado (tanto por acción u omisión).

¡Pero qué difícil parece! Si en muchos casos, en sus vidas privadas, y aún antes de ser funcionarios, no han llevado un estilo de vida ordenado, coherente, con valores morales (para no decir cristianos ya que en muchos casos parece una idea difícil de concebir…)
Además el pueblo argentino está cansado de gobernantes que manejan el país de manera arbitraria y que nunca rinden cuentas de sus acciones… el “mea culpa” parece que no es algo que tengan incorporado en sus diccionarios… y por más que intenten distraer la atención popular mediante chismes y ridiculeces infantiles, la gente no se olvida, que en el país se está pasando por una crisis económica muy grande, el índice de desempleo es alarmante, y crecen las denuncias por corrupción, malversación de fondos, tráfico de influencia, y mal manejo en lo que respecta a la distribución y control de los recursos naturales...

Lo más sorprendente es que tuvo que salir la popular conductora televisiva argentina, para gritar a cuatro vientos, entre otras cosas, que “lo único que pide es que los gobernantes cumplan con su trabajo”… para causar la reacción y respuesta de ciertos dirigientes ante la creciente inseguridad que se vivencia, y si bien sus palabras surgieron en declaraciones a la prensa tras la muerte de su íntimo colaborador, (otra víctima fatal de un hecho delictivo), lo cierto es que, con su discurso hizo despertar de la siesta a algunos olvidadizos prometedores de bienestar en épocas electorales...
Bueno hermanos, espero que de una vez por todas la clase dirigente entienda que cada una de sus malas actitudes y acciones (en lo que respecta al cargo político en cuestión) son como semillitas generadoras de sentimientos negativos en el pueblo… por algo hay tanta violencia en las calles, y no sólo me refiero al plano delictivo, sino a nivel social-relacional entre los conciudadanos… que en vez de estar más unidos, están más divididos... síntomas que no son más que el reflejo del malestar que llevan en su interior, en algo, causado por el enojo que sienten con sus gobernantes… democráticamente elegidos. Y con esto no estoy diciendo que cada uno de nosotros no asumimos responsabilidades en el crecimiento del país, porque bien conozco los derechos y obligaciones que a cada uno le corresponde como ciudadano, sino más bien, estoy tratando de entender la dirigencia política que arma y desarma discursos, proyectos, planes... (y presupuestos...)

Por eso les pido oración por nuestros gobernantes, y como dice San Pablo: “… recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad…” (1Tim 2,1-2)
Respetándolos, pero también debemos tener un rol activo, en el ámbito que a cada uno nos toque en la vida cotidiana, convirtiéndonos en portadores de esperanza y ánimo para aquellos que aún no encontraron la fe, “el camino, la verdad y la vida” que viene de lo alto.
Saludos y bendiciones.