lunes, 27 de abril de 2009

Sobre las próximas elecciones... y las virtudes cívicas


A veces no puedo entender cómo es que los políticos de turno no se ponen en la piel de los ciudadanos comunes, en los trabajadores, en aquellas personas que día a día se esfuerzan y se sacrifican para mantener la familia, pagar los impuestos, y que, a pesar de todas las dificultades, sueñan con un país mejor, un país donde el progreso sea visualizado por todos, en paz social...
A veces cuesta entender como los funcionarios de turno arman y desarman años de trayectoria democrática... el adelantamiento de las elecciones en Argentina no ha sido una decisión muy afortunada que digamos... si vemos como es el panorama de quienes manejan nuestra Patria podemos observar que para ellos todo pareciera ser sumamente relajado... los vemos que corren y se desviven a las apuradas en campañas electorales, publicitando "los candidaturas testimoniales", que dicho sea de paso, algo que los ciudadanos no terminan de entender...
Por ello las próximas elecciones es clave para todos, porque está en poder de los ciudadanos elegir a sus representantes pero... con tan poco tiempo para estudiar las propuestas que nos ofrecen... y con tantas preocupaciones en mente... "que el Dengue, que la inseguridad en las calles, que la falta de trabajo... etc"
Si todo funcionara coherentemente se tendrìa que suponer que en un régimen republicano, como es el nuestro, en una democracia consolidada, las elecciones deberían ser una rutina más o menos natural, sin demasiados sobresaltos y cambio de las reglas del juego...

Pero en el tiempo electoral que se ha iniciado anticipadamente están ocurriendo, al parecer, algunas rarezas. Por eso para ayudar a la reflexión sería bueno refrescar un poco la memoria a través una especie de parábola histórica. Para eso que mejor que compartir frases de Fray Mamerto Esquiú.

En una publicación de la Secretaría de Cultura de la Nación, titulado “Libros para recobrar la memoria", Esquiú ha pronunciado estas cosas hace más de 150 años. Al parecer, en aquella época, no llamaba demasiado la atención que un sacerdote, un joven fraile como era él, se ocupara de estas cuestiones de interés público. A nadie se le ocurría acusarlo de meterse en política.

Esquiú hablaba con toda claridad en un momento decisivo para la vida del país como era la consolidación de un régimen institucional. Por ejemplo cuando se juró, en Catamarca, la Constitución Nacional, Fray Mamerto Esquiú dijo: “La vida y conservación del pueblo argentino dependen de que su Constitución sea fija, que no ceda al empuje de los hombres, que sea una ancla pesadísima a que esté asida esta nave que ya ha tropezado en todos los escollos. Esta imagen del ancla es muy expresiva y habla de la Constitución fija, la Constitución tiene que tener inmovilidad no se la puede estar cambiando a cada rato de acuerdo a los intereses políticos de un grupo o de un momento, no se la puede manipular con artificios. A esa inmovilidad de la Constitución debe corresponder la sumisión por parte de los ciudadanos. Y dice Esquiú que si esto no se da dos monstruos acechan a la República que son “la anarquía y el despotismo”.
Veamos otro juicio de Esquiú que, llegó a ser Obispo Córdoba. Unos años más tarde hace este juicio severo sobre la situación política nacional diciendo: “Permitidme que os revele mi amarga convicción: si en los 40 años que han transcurrido no hubiera habido legislaturas a manos de la política, la corrupción no sería tan honda y los gobiernos no habrían tiranizado tan descaradamente a los pueblos”.
El fraile pronuncia estas palabras en 1856 y se refiere a lo ocurrido en los 40 años anteriores. Pareciera que aquí el término política está tomado en un sentido fuertemente negativo y es que se está refiriendo obviamente a la “mala o pequeña política” de la cual depende la “pequeña Argentina”. Mientras que a “la gran política “corresponde, hubiera correspondido, “podría algún día corresponder la gran Argentina” que todos queremos y que nos merecemos”.

Pero en realidad Fray Esquiú se explica bien pues en otro pasaje de sus sermones dice: “Los pueblos como los individuos nacen, crecen, decaen y mueren y para unos y otros la fuente de una vida venturosa, de un verdadero vivir, es únicamente la virtud. La justicia que tiene en sí por todos bienes y además los engendra en su seno perfectos y acabados como los productos de la naturaleza”.

Ese párrafo es un poco barroco pero era el modo de hablar de aquella época pero la idea es muy clara. Nos señala que una república auténtica, una verdadera democracia, el ejercicio del derecho a elegir tiene que ver, de algún modo, con la virtud y aquí Esquiú habla de la justicia como la virtud que contiene todos los otros valores de la vida cívica.
También podríamos añadir que la justicia es iluminada por la prudencia que es la virtud propia de un buen político. Entonces la virtud de un político, me refiero a quienes se dedican profesionalmente a la política y que acaban siendo los gobernantes y los legisladores y la virtud de los ciudadanos, es decir de aquellos que forman parte de la comunidad política, es fundamental para que las cosas funcionen.
Ven entonces como con esta parábola histórica tenemos elementos para reflexionar acerca de lo que nos pasa. Por eso es bueno recobrar la memoria fijándonos en estas personas que han sido luminosas en la historia nacional. Hoy tenemos que recobrar este mensaje y pensando sobre esto obrar en consecuencia. *

*Fuente: Alocución televisiva de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata en el programa “Claves para un mundo mejor”(Sábado 18 de abril de 2009)

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