lunes, 20 de septiembre de 2010

Fidelidad al Evangelio y compromiso político de los cristianos

Dentro de la histórica visita del Papa Benedicto XVI a Gran Bretaña, en la celebración ecuménica con miembros de diversas confesiones cristianas en la abadía de Westminster, Su Santidad alentó a los creyentes a ser fieles a la Palabra de Dios, a anunciar el Evangelio, con una "obediencia que debe estar libre de conformismo intelectual o acomodación fácil a las modas del momento".

Tras destacar las raíces cristianas de Gran Bretaña, el Santo Padre resaltó la figura de San Eduardo de Inglaterra, modelo de la "grandeza de una humildad y obediencia fundadas en el propio ejemplo de Cristo, la grandeza de una fidelidad que no duda en abrazar el misterio de la cruz por amor eterno al divino Maestro y la inquebrantable esperanza en sus promesas".

El Papa se refirió luego a los avances del diálogo ecuménico a través de la Conferencia de Edimburgo y señaló que actualmente los cristianos tienen el "desafío de proclamar con renovada convicción la realidad de nuestra reconciliación y liberación en Cristo, y proponer la verdad del Evangelio como la clave de un desarrollo humano auténtico e integral".


"En una sociedad cada vez más indiferente o incluso hostil al mensaje cristiano, todos estamos obligados a dar una explicación convincente de la alegría y la esperanza que hay en nosotros, y a presentar al Señor Resucitado como respuesta a los interrogantes más profundos y las aspiraciones espirituales de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo".

Benedicto XVI se refirió luego a la unidad de la Iglesia y dijo que ésta "jamás puede ser otra cosa que la unidad en la fe apostólica, en la fe confiada a cada nuevo miembro del Cuerpo de Cristo durante el rito del Bautismo. Ésta es la fe que nos une al Señor, que nos hace partícipes de su Espíritu Santo, y por lo tanto, incluso ahora, partícipes de la vida de la Santísima Trinidad, el modelo de la koinonía de la Iglesia en este mundo".

El Santo Padre habló luego de los diversos desafíos actuales que ponen a prueba, no solo la unidad de los cristianos, sino su fidelidad a Dios en su tarea de anunciar a Cristo en la vida actual: "la fidelidad a la palabra de Dios, precisamente porque es una palabra verdadera, nos exige una obediencia que nos lleve juntos a una comprensión más profunda de la voluntad del Señor, una obediencia que debe estar libre de conformismo intelectual o acomodación fácil a las modas del momento".

"Ésta es la palabra de aliento que deseo dejaros esta noche, y lo hago con fidelidad a mi ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de San Pedro, encargado de cuidar especialmente de la unidad del rebaño de Cristo".

Al finalizar su discurso propuso el ejemplo de San Beda el venerable cuyo ejemplo debe inspirar "a los cristianos de estas tierras a redescubrir su herencia común, a reforzar lo que tienen en común y a proseguir en el esfuerzo de crecer en la amistad. Que el Señor Resucitado dé vigor a nuestros esfuerzos para reparar las rupturas del pasado y afrontar los retos del presente con esperanza en el futuro que, en su providencia, depara a nosotros y nuestro mundo. Amén".

La religión no es un problema sino una contribución
En su discurso a los exponentes de la sociedad civil, del mundo académico, cultural y empresarial, con el cuerpo diplomático y con líderes religiosos, Benedicto XVI explicó que la religión y el cristianismo no constituyen un problema que los legisladores deben solucionar sino "una contribución vital al debate nacional", al ejercicio de la política en el que los católicos también deben hacer oír su voz.

En sus palabras en el Westminster Hall, en donde fue condenado a muerte Santo Tomás Moro, y en presencia de figuras representativas del Reino Unido como los ex Primeros Ministros Tony Blair y Margaret Tatcher, el Santo Padre pasó revista a la tradición parlamentaria de esta nación que se ha configurado como "una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley".

"Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común", añadió.

Benedicto XVI explicó luego que Santo Tomás Moro se hace actual con sus cuestionamientos sobre la ética en la vida social y civil: "si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia", alertó.

Para el Papa, la reciente crisis financiera global muestra claramente "la inadecuación de soluciones pragmáticas y a corto plazo relativas a complejos problemas sociales y éticos. Es opinión ampliamente compartida que la falta de una base ética sólida en la actividad económica ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo. Ya que ‘toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral’, igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar".

"Así que, el punto central de esta cuestión es el siguiente: ¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos".

"Este papel ‘corrector’ de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo, que pueden ser percibidas como generadoras de serios problemas sociales. Y a su vez, dichas distorsiones de la religión surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razón respecto a la religión".

El Papa subrayó que este es un proceso de doble sentido: "sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana".

"Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe –el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas– necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización".

"En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada".

Como ejemplo de esta postura, el Papa comentó que "hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen –paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación– que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia".

"Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a buscar medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional".

El Papa se refirió luego a la contribución del Reino Unido para el desarrollo de los más pobres, explicando que esta tarea debe hacerse promoviendo el desarrollo humano integral y que para ello cuenta con la colaboración de la Santa Sede, una relación que espera siga "dando frutos y que se refleje en una creciente aceptación de la necesidad de diálogo y de respeto en todos los niveles de la sociedad entre el mundo de la razón y el mundo de la fe".

Al hablar luego de la colaboración Iglesia-Estado que puede hacer mucho bien en Gran Bretaña, el Santo Padre resaltó finalmente que "para que dicha cooperación sea posible, las entidades religiosas –incluidas las instituciones vinculadas a la Iglesia Católica– necesitan tener libertad de actuación conforme a sus propios principios y convicciones específicas basadas en la fe y el magisterio oficial de la Iglesia. Así se garantizarán derechos fundamentales como la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la libertad de asociación".

Fuente: Aica

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